jueves, 23 de junio de 2011

RELIQUIAS DE SAN MARIO TRAIDAS A CHILE POR EL P. HAIMBHAUSEN






Mario, o Marino, fue un noble persa (perteneciente a una distinguida familia comerciante de Cesarea, de Palestina) de comienzos del siglo III. Hacia el año 250 d.C. Mario se había convertido al cristianismo, estaba casado con Marta, y tenía dos hijos de nombres Audifaz y Abaco.



Mario se había además distinguido dentro del ejército, por lo que sería condecorado en Roma y ascendido a Centurión. Fue entonces cuando junto con su esposa Marta y sus dos hijos se dirigió a la ciudad capital para, además, rendir veneración a la tumba de los Apóstoles de Jesús. Estando ya en Roma, uno de sus rivales objetó que no tenía derecho a aspirar a esa dignidad argumentando que Mario era cristiano y no podía ofrecer sacrificios al Emperador Galieno. Al ser interrogado por el gobernador Aqueo, Marino se confesó servidor de Cristo y ante su negativa de adorar a las divinidades paganas, tanto él, su esposa y sus dos hijos fueron ejecutados inmediatamente medianta la decapitación. San Astirio, un senador romano que gozaba del favor del emperador asistió al martirio de Marino, envolvió el cadáver en su propia capa, se lo echó sobre los hombros y le dio cristiana sepultura. Cuando el gobernador se enteró de lo sucedido, interrogó a Astirio y al confesarse cristiano, también fue condenado al martirio.



Tras un contínuo ir y venir, y luego de múltiples traslados -entre el siglo III y el siglo XV- de las osamentas de éstos y otros mártires cristianos de la época, los restos de Mario, Marta, Audifaz y Abaco, terminaron en algún sitio al interior de las Catacumbas de Roma.



Fue así que, en 1756, el jesuisa alemán, Padre Karl von Haimbhausen, famoso representante de la Provincia de Chile, solicitó al Papa Benedicto XIV que le concediera autorización para acceder a las Catacumbas y retirar algunas reliquias de mártires para que aquellas fueran veneradas en iglesias de Chile. Así fue como el 10 de abril de aquel año de 1756 fueron trasladadas a Santiago de Chile. El Padre Haimbhausen, bávaro de origen, pasó por su tierra natal y encargó a un artista que le hiciera una imagen de cera que representara al santo; puesto que su objetivo era traer las reliquias de San Mario para especialmente acrecentar la devoción, en Chile, por este mártir. De este modo, en el interior de esta estatua de cera colocó las reliquias de Mario y de su familia, y así llegaron a Chile.



En 1767 la Compañía de Jesús fue expulsada de nuestro país y de todos los dominios del Rey de España. Así pues, la imagen pasó a manos piadosas que olvidaron la historia y el precioso contenido. Cuando se construyó el Templo de San Ignacio, la imagen se hizo conocida, más nadie sabía el origen ni a qué santo representaba.






Más, el 24 de junio de 1994, cuando al remodelarse el Presbiterio del Templo y el Altar de San Ignacio, fue redescubierta la imagen del mártir, por lo que se decidió limpiar sus ropas, ennegrecidas por el humo y la tierra de tantos siglos. Al desvestir la imagen, fue hallada la humilde caja de reliquias, aún sellada, conteniendo la misteriosa nota que explicaba su origen. La investigación de la historia, origen y destino de las reliquias de San Mario, fue realizada por el padre José Juan Vergara S.J.






Las reliquias de San Mario pueden ser visitadas hoy, por todo público, en la Iglesia de San Ignacio, situada en calle P. Alonso de Ovalle N°1494, ciudad de Santiago de Chile. Al ingresar al templo, el visitante debe avanzar hasta el altar, pudiendo ver a mano derecha, bajo la pintura de San Ignacio, la imágen de cera de dicho santo.

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