domingo, 21 de noviembre de 2010

DIOS S.A.

La palabra Dios proviene de la palabra griega Zeus, quien era la divinidad suprema de los antiguos “paganos” (rechazados por el cristianismo). Mientras para griegos era Zeus, para los romanos y latinos era “Jovpater”. De dos diferentes raíces indo-germanas (“div” y “thes”) proceden las raíces indo-iraní “deva”, la sánscrita “divas”, la latina “deus”, irlandesa y gaélica “dia”, y la griega “theos”. Para los idiomas semíticos como el hebreo la raíz es “el”, para los babilonios “ilu”, y en arábigo “ilah”. Analizando la traducción más directa y comprobada de algunas de estas raíces ya nombradas tenemos que “div” significa “brillar” o “alumbrar”; “thes” se traduce como “implorar”, “hub” y “emu” significa “el invocado” o “a quien se sacrifica”.

En resumen, etimológicamente la palabra Dios significaría “a quien uno le sacrifica lo mejor de sus productos” y “a quien uno implora sus necesidades”. Así entonces, y parafraseando lo anterior, si eres un “trabajólico” en tus tierras, eres previsor, te levantas temprano, te aseguras de regar la tierra, y conoces muy bien el clima durante las estaciones del año, y buscas las mejores semillas de cada árbol y verdura, de seguro tendrás una excelente cosecha y entonces, de cada fruto, sacarás el mejor, y lo colocarás sobre el altar, los quemarás y ofrecerás sacrificios a “alguien” a quien no ves, y le pedirás que el año siguiente tengas tanto o mejores cosechas que este. Si te levantas temprano, si riegas tus campos, plantas las semillas, y te preocupas de todo lo que tu campo y ganado necesita, y si eres previsor, y cuidas que nadie te queme tus plantíos o asalte tus tierras, de seguro ese “dios” te escuchará y tendrás una muy excelente producción y cosechas para el año entrante, y podrás sacrificar en el altar tus mejores productos.

Para la Enciclopedia Católica, empero, Dios lo traduce como el nombre propio de aquel Ser Infinito y Supremo, Creador y Regente del Universo, a quien el hombre debe Alabanza y Obediencia.

Es decir, mientras para algunos Dios corresponde al Ser a quien el hombre implora y sacrifica lo mejor de si, para los cristianos corresponde al Hacedor de todo lo Existente, que más bien parece ser el giro de una empresa que una definición en el sentido estricto. Por tanto, y para ordenar las cosas consideraremos las dos definiciones siguientes, para la palabra Dios, basado en los textos antedichos, que será usada por dos de nuestros protagonistas: Mustafá (un agricultor, quien sigue una cultura islámica) y también por Juan Andrés (un occidental, quien sigue una religión cristiana).

Para Mustafá la palabra Dios la entiende como: “aquel ser invisible a quien debe invocar y presentar sacrificios para que anualmente tenga muy buenas cosechas, para así alimentar y nutrir a toda su familia y trabajadores”.

Para Juan Andrés, la palabra Dios la entiende claramente como un giro de empresa: “es el Ser Supremo e Infinito, Creador y Regente del Universo, a quien el hombre debe Alabanza y Obediencia”.

LA HISTORIA DE MUSTAFÁ Y DE JUAN ANDRES

Nunca supo Mustafá cuándo se inició la tradición de “quemar los mejores zapallos y hortalizas en el altar” para gusto de sus dioses, más un buen día se puso a pensar que a sus deidades no les importaría que usase el mejor y mas grande zapallo, ni el mejor carnero, porque dedujo que eran más útiles en la mesa de su familia y de sus amigos. Pensado esto, al año siguiente llenó la mesa del altar con productos de menor categoría y calidad, cuidando eso sí, de nunca utilizar productos en mal estado.

El resultado fue que aquel año siguiente tuvo un par de incendios, y cinco intentos de hurto, lo cual de inmediato Mustafá interpretó como un disgusto de los dioses, retornando a la antigua y tradicional idea de sólo utilizar en la “quema” los mejores productos.

Lo que no sabía el trabajador y empeñoso Mustafá era que por estos lados merodeaba un autoproclamado líder religioso, el cual no hacía otra cosa que vivir a expensas de los demás ciudadanos trabajadores. Este líder y místico religioso, a quien todos los lugareños pedían consejo espiritual, se llamaba “Caharajo” y se llenaba la panza con lo que sus visitantes le otorgaban. Todos visitaban a Caharajo, menos Mustafá, quien se dedicaba a trabajar todo el día para su familia y para sus amigos y trabajadores, muchos de estos últimos asiduos peregrinos en busca del líder espiritual. Caharajo esperaba entonces que, al menos, una vez al año Mustafá le preparase un rico asado con vegetales deliciosos, todos los cuales dejaba el agricultor abandonado en el altar. Entonces, cada vez que prendía los productos y el cordero para el sacrificio, y dado que poco tiempo tenía para permanecer hasta que la quema fuese total, Mustafá rezaba unos minutos a su dios y luego regresaba con alegría a sus labores, sabiendo que sus plegarias había sido escuchadas, ocasión que el líder religioso aprovechaba para salir de su escondite y llevarse toda esta cosecha a su “templo” donde se hacía de carne y de alimentos por varios días o semanas. Por ello, Caharajo se sintió muy decepcionado y molesto cuando los productos bajaron de calidad, razón suficiente para provocarle un par de incendios y robar entonces directamente la “mercadería” de los campos. Más, cuando Mustafá entendió que su dios estaba enojado, regresó a su acostumbrada y tradicional quema de productos de clase, y así tácitamente contentó el estómago de Caharajo quien abandonó sus prácticas terroristas sobre los campos. Porque al fin y al cabo, pensaba el líder espiritual desde su torcida mente, Mustafá, sus familias y trabajadores, trabajaban para él entregándole gratis alimentos y productos de primera necesidad. “Es bueno para ellos creer en Dios, y mucho mas bueno para mi estómago que en dicha senda se mantengan”, se decía Caharajo satisfecho mientras engullía una gran y deliciosa presa de cordero asado.

Juan Andrés, en cambio era un occidental que carecía de sentimientos místicos y medraba del giro comercial de su empresa con personalidad jurídica basada en la definición “Ser Supremo e Infinito, Creador y Regente del Universo, a quien el hombre debe Alabanza y Obediencia”.

En efecto, la Personalidad Jurídica se define como la capacidad que tienen dos o más personas para realizar actos reconocidos como legales y que vayan más allá de sus capacidades individuales. Así, el reconocimiento que el Estado y la Sociedad hace a esta capacidad se denomina Personalidad Jurídica. Por ello, Juan Andrés se asoció con el brasileño Kaficcinho y el hebreo Gohoma, para formar la empresa de nombre “Dios Habla con el Pueblo”, formando Fundaciones asociadas y un par de ONG que recibían parte de los fondos de aquellos pecadores internacionales, quienes varias veces por año se sentían avergonzados de sus giros propios, y procedían a donar parte de sus utilidades a la empresa religiosa.

El comienzo de Juan Andrés y de sus socios fue muy bueno, y hasta se avizoraba muy promisorio, hasta que se encontró con que sus negocios comenzaban a interferir en la esfera de los negocios del Cardenal Xtiano, quien no veía con buenos ojos que un pecador internacional intentase salvar su alma por medio de “Dios Habla con su Pueblo”, en lugar de usar los circuitos establecidos por la centenaria Madre Iglesia, quien con los brazos abiertos recibe la donación de todos sus hijos, en especial de aquellos pecadores cuyos ingresos no son conocidos por las administraciones de los Estados ateos. El Cardenal aplicaba al pie la máxima: “venid a mí los cansados y agobiados que yo os aliviaré”, y así procedía a aplicar fuertes intereses a los fondos que no tenían justificación en su origen. Y claro, como la empresa “Dios Habla con su Pueblo” de Juan Andrés y sus socios cobraba mucho menos, o más bien, la tajada era mucho menor, los pecadores internacionales preferían mover sus fondos con aquellos.

EL ENCUENTRO

La materia anterior dio lugar a que el Cardenal Xtiano solicitase una reunión con Juan Andrés para discutir sobre los negocios de Dios en la Tierra. El Cardenal espetó al inculto ciudadano Juan Andrés la antigüedad de la Santa Madre Iglesia, el poder que ésta ejercía sobre todos los Estados del Mundo, y que la separación entre Religión y Estado era más bien aparente que real.

- La única Iglesia Verdadera es la nuestra – le dijo Xtiano.- Nosotros somos la única sociedad jurídicamente organizada que representamos a Dios en la Tierra. Nosotros somos Dios S.A.
- Cualquier grupo mayor a 15 personas que se reúnan habitualmente, que se religuen, y que no tengan fines de lucro, pueden transformarse en una Organización con personalidad jurídica, obligándose a rendir cuenta de la administración de los fondos al menos una vez al año, cosa que dudo usted realice – dijo el pagano de Juan Andrés.- Nosotros actuamos como una organización sin fines de lucro, con personalidad jurídica.
- Nosotros, en cambio –dijo Xtiano sin tomar en cuenta la charada de su interlocutor- somos una Persona Jurídica formada con un giro religioso determinado con la reunión de un fondo común que está en diversos bancos del Mundo, y del cual participan muchos estados, que actúan como accionistas responsables sólo por sus respectivos aportes, que suministran dichos fondos, y administrada por un Directorio que se encuentra en Roma, pero del cual participo, integrado por miembros con poderes que, en mi caso, son esencialmente irrevocables.

La verdad es que la discusión bizantina prosiguió por mucho tiempo, más sólo es importante destacar que ambos llegaron a un acuerdo. Xtiano convenció a Juan Andrés de “asociarse” a su entidad de modo indirecto, de manera que cualquier "pecador internacional" que lo contactase en el futuro, debía seguir las directrices establecidas, en materia de negocios, por la Santa Madre Iglesia. Así, cuando meses después un químico americano tocó la puerta de “Dios Habla con su Pueblo”, Juan Andrés le ofreció la “fórmula de negocios” que Xtiano le había enseñado previamente. El norteamericano era un asiduo coleccionista a quien le divertía acumular papeles de colores con diversos números grabados. Y como la gente no se los daba así tan libremente como él desease, utilizó toda su ciencia para alegrar la vida de las personas cambiando su estado de conciencia mediante unos polvos químicos sumamente divertidos. De esta manera las personas gustosamente le entregaban al americano sus propios papeles de colores, e incluso aquellos que tenían sus familiares, como padres, o vecinos. De esta manera el coleccionista acumuló en poco tiempo cantidades de papeles de colores tan grande que despertó la sospecha de algunos, entre ellos los Estados. En efecto, para desgracia del químico, los papeles que coleccionaba eran emitidos por las administraciones de los estados, y a ellos no le simpatizaba que el químico quisiera guardárselos sin pagar un pequeño impuesto o comisión, de modo que, al no tener confianza en los coleccionistas que trabajaban bajo unos letreros que decían Bank o Bancos, decidió mejor entregar parte de sus papeles coleccionables para fines loables como la salvación de las almas. Así, todos quedaron contentos, puesto que cada uno recibía “lo suyo”.

DIOS SOCIEDAD ANONIMA

De la ejemplificación anterior se desprende que no importa la agrupación gregaria que sea, y sin importar el lugar geográfico, todas estas religiones y/o creencias tienen en común que se administran tal como lo hace una empresa privada o del tipo mercantil, con la salvedad que las agrupaciones que dicen creer en un Ser Superior no tributan ni pagan los leoninos impuestos que deben cancelar las empresas que creen en algo mas terreno como plantar melones, o construir edificios. En efecto, si el giro de tu empresa es “elaboración de mermeladas y dulces” y tu capital es de varios millones, y te constituyes en una sociedad anónima, y tienes más de 500 accionistas, deberás regirte, al menos en Chile, por la Ley de las Sociedades Anónimas N° 18.046, y por tus utilidades generadas debes pagar impuesto al Fisco. En cambio si tu giro es “la Obediencia y Alabanza al Ser Supremo e Infinito, Creador y Regente del Universo” y posees el mismo número de “accionistas tontos” (perdón “feligreses”), y una enorme fortuna que ellos te la han proveído, te riges por la Ley de Culto (en Chile la Ley N°19.638) y puedes hacer todo lo que se te ocurra.

Ahora bien, la forma de administrar de buena manera una religión, sea hindú, musulmana, presbiteriana, católica, mormones, canutos, etc., es siempre tener un “elegido” o “iluminado”; es decir, un especie de “Neo de Matrix”, quien pueda interactuar entre nuestro mundo materialista decadente y el mundo espiritual donde están los Maestros Ascendidos, los Sufies, los Budas, etc. Estos “santos” entonces conversan con Dios y le piden consejo para los demás, y todo lo que reciban debe colocarse cuidadosamente por escrito para ser leído en las grandes asambleas y en los templos. Para provocar un mejor impacto entre los súbditos se pueden agregar efectos especiales y música de las esferas, lo que resultará en un abundante donativo por parte de los asistentes. La característica de una religión es que Dios habla sólo por medio de quienes controlan dicha empresa. Este Dios no se dirige al feligrés común y corriente, que dedica todo su tiempo a la oración y a llorar por sus pecados, sino que sus palabras van dirigidas al accionista principal o bien al administrador principal que el directorio ha elegido. Este ser iluminado es la única voz a quien Dios le habla al oído, no importando si los pecados del “vidente” sean tan numerosos como las arenas del mar; nada de eso importa, puesto que Dios no se lo tiene en cuenta. En cambio al feligrés ordinario, a ese si que Dios le exige obediencia ciega y asistencia puntual a los preceptos y ritos, sobre todo estar al día en sus pagos o cuotas, porque de lo contrario Dios se enojará y al Pueblo le sobrevendrán cataclismos, terremotos e inundaciones, pestes, sequias, además de la condenación de sus almas.

Sin embargo, cualquiera sabe que si alguien está permanentemente escuchando voces que le hablan y le dicen cosas terribles, rápidamente sería conducido ante un profesional médico o ante un siquiatra para ser tratado diligentemente (para diagnosticar "tumores cerebrales" o "problemas de Salud Mental"). Empero, los líderes de las más diversas organizaciones religiosas que pululan en la Tierra diariamente están comentando los mensajes de Dios y sobre las señales terribles, y nadie por ello los considera esquizofrénicos ni dementes. ¿Por qué no ingresar a una Casa de orates al Papa, o al Obispo Ortodoxo de Grecia, o al Rabino si ellos dijesen que actúan en la Tierra a nombre de Dios?

La razón de ello es que seguramente todos estos líderes declararían que ellos jamás han recibido mensajes directos de Dios, ni de los Espíritus, sino que se limitan a seguir las enseñanzas de aquellos que sí la recibieron en el pasado. Y ellos establecen que todo lo que está escrito es concordante con la Historia y por ella está demostrada, gracias a los historiadores y a los teólogos, como si los historiadores fuesen realmente confiables, y como si ellos fuesen doctos en química, física, geología y botánica. Un historiador es un ente que estudió aquella jerga porque jamás pudo en el Colegio resolver un problema matemático, ni menos en la universidad estudiar una carrera que requiera inteligencia. Por otro lado, un teólogo es una especie de científico frustrado que deseó alguna vez seguir una carrera “dura”, pero que no pudiendo valérselas en el Mundo, usó su "inteligencia" para apoyar desde dentro a una empresa del tipo Dios S.A., tal como un economista (quien no sabe de economía, porque de lo contrario sería millonario y empresario) asesora a un Estado o Nación. Cuando las personas de ciencia entran en discusión con los teólogos y los líderes espirituales, estos últimos difícilmente pueden seguir los vericuetos científicos, por lo cual se escudan finalmente que el tema es “cuestión de fe”. Y si es cuestión de fe, entonces están reconociendo que no existen en ellos argumentos suficientes como para demostrar que Dios está de acuerdo con ellos. Por último, si los teólogos fuesen tan "diestros en temas de mundos sutiles" no deberían tener mayor inconvenientes de resolver uno de los 5.000 problemas de análisis matemático del Libro de Demidovich, o de resolver el problema de la Unificación de Fuerzas. Si no pueden con lo "tangible" y "patente", ¿podrán los "teólogos" resolver la cuestión de Dios?

Los líderes religiosos de todo el Mundo nos bombardean todas las semanas que los ciudadanos somos materialistas, consumistas y superficiales, que no debemos estar preocupados del modelo de los autos, del cuerpo escultural de las divas, etc., más ellos se mueven en exclusivos aviones especialmente comprados o contratados por ellos, se desplazan en los mejores modelos de autos, y en fin utilizan toda la “pecadora y superficial tecnología” que los científicos y los ingenieros y los empresarios han construido. Y ni hablar de sexo, porque los líderes religiosos amparan y evitan enjuiciar públicamente a aquellos de sus líderes que tienen relaciones con niños menores, demostrando que ellos no consideran “tan malo” estas prácticas. En efecto, parecen más furiosos de condenar a aquel que se robó varios millones de dólares desde una cuenta en Argentina, que de perseguir la responsabilidad penal de un sacerdote que abusó y violó a uno o más menores de edad. Todos los “patriarcas” saben, hasta en la China, cuando alguien “malversó” fondos públicos, más desconocen si alguno de los niños de un coro fue abusado por años por un mismo profesor. Es decir, los líderes espirituales son “telépatas” para detectar pérdidas de capital, pero son “ciegos” a la hora de detectar abusos a menores.

Mi conclusión final es obvia: no existen los ateos verdaderos. La gran mayoría de las personas en el Mundo son “creyentes”. Los pobres y desvalidos “creen” en un ser divino omnipotente, omnisciente y ubicuo al que le llaman “Dios”, de quien esperan les ayudará en sus miserables vidas; mientras que aquellos humanos con poder, con dinero y bienes materiales “creen” en el Dios S.A., que no es otra cosa que una empresa jurídicamente organizada que, por medio del acto de religar, les permite controlar al populacho convirtiéndolo en vasallos. De este modo el “Dios S.A.” de la religión hindú es una empresa que permite al 1% de sus habitantes controlar toda la riqueza de la nación mientras el resto de sus congéneres fallece –eso sí, sin odio, que es muy importante- en la calle y en las esquinas, con la esperanza que sus “karmas” le permitirán “encarnar” en la forma de un ricachón, en las próximas vidas. ¡Qué lástima que las religiones cristianas no hayan logrado erradicar –usando esta misma técnica- el odio de los desvalidos en occidente¡ ¡Hubiese sido el paraíso de los “capitalistas” y así no tendríamos esa gente tan desagradable que pulula en la “izquierda”!

Así entonces, ¿no creen ustedes, mis caros lectores, que los ateos constituyen apenas una pequeña minoría en todo el Mundo; grupo que está en franca retirada?